Hablamos con frecuencia del propósito de la meditación, que es doble.

Por un lado, nos pone en contacto con nuestra alma. Por otro lado, a través de este contacto, nos relaciona con otras Jerarquías, a las que el pensamiento de hoy se refiere hoy como el Cielo.

El budismo habla de la Plena Consciencia, esto es, estar en todo momento en esa conexión: sea paseando, lavando los platos, comiendo. Otras tradiciones hablan de vivir desde la consciencia del alma. No hay diferencia práctica. Se trata de lograr la conexión con nuestro ser real, con nuestro yo superior.

Poco a poco la consciencia del alma va imperando sobre el mundo del ruido y distracción de la personalidad.

Y es entonces cuando llegan los mensajes de esos mundos sutiles.

Si, nos envían mensajes, que no captamos al falra en nosotros la pureza, la nobleza, la verdad.

Mensajes que nos darían certeza, esperanza, propósito, sentido de Unidad. Respuestas claras, límpidas, verídicas.

Esforzaos para purificaros, para despojaros, para ennobleceros, nos dice Aïvanhov.

Esa es la tarea.

Cada día el Cielo nos habla, nos envía mensajes. Pero estos mensajes llegan en un espacio cuya materia es extremadamente sutil, deben atravesar todas las capas impuras que nosotros hemos acumulado a nuestro alrededor, y sufren deformaciones. Tomad un bastón, sumergidlo en un recipiente de agua con paredes transparentes y observad: en el lugar preciso por donde penetra en el agua, parece roto. Es la diferencia de densidad entre el aire y el agua la que produce este efecto de transformación. Lo mismo sucede en el plano psíquico: cuanto más deben descender las cosas en una materia densa, tanto más se deforman en ella. Para conocerlas tal como son, hay que poder elevarse con el pensamiento hasta el mundo sutil en donde tienen su origen. Un cerebro espeso no puede recibir las verdades sublimes del Cielo. O, más exactamente, las recibe deformadas, él mismo es el que las deforma.

Esforzaos, pues, para purificaros, para despojaros, para ennobleceros; entonces, y solamente entonces, recibiréis del Cielo respuestas claras, límpidas, verídicas.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Óleo de Dora Gil: “Dentro de mi” http://www.doragil.com