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Hay días en que uno encuentra las palabras que está necesitando.
Son palabras-refugio y también palabras-propósito, en el sentido de que marcan un camino.
El texto de Aïvanhov de hoy obra en esa manera, con sencillez pero con precisión.
Nos recuerda que muy cerca nuestro, sin coste ninguno, está la llave de la liberación.
“El rostro se ilumina, la luz entra en la construcción del cuerpo de gloria”.
Si: lo prosaico es necesario, pues nuestro espíritu se manifiesta en la materia.
Pero ello no excluye que podamos alimentarnos cada día de elementos de naturaleza espiritual.
El Dios inmanente y el Dios trascendente nos esperan.
La palabra “gracias” llega hoy más nítida que otros días. Su expresión, más sentida.
El sentido de la oración, de la meditación, es, precisamente, el de enseñar al hombre a alimentarse de elementos de naturaleza espiritual. Aquellos que no lo han comprendido y que se sienten atraídos exclusivamente por los placeres, las diversiones y las ocupaciones prosaicas, descuidan la oración y la meditación; y es una lástima para ellos, porque interrumpen su trabajo de transformación, de resurrección. Yo lo he observado: la gente se transforma al meditar. Lo he observado en mi mismo y en los demás. En una verdadera meditación, el rostro se ilumina. Cada meditación debe hacer aumentar la luz en vosotros. Gracias a esta luz, que entra en la construcción de vuestro cuerpo de gloria, un día resucitaréis.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). “Navidad y Pascua en la traidición iniciática”, página 112, Editorial Prosveta, Colección IZVOR. Pintura de Nicholas Roerich: “The miracle” 1932