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Los seres humanos vivimos de espaldas a nuestras posibilidades.

Se nos dice que estamos hechos a imagen y semejanza, pero renunciamos a ello de continuo.

Tenemos capacidad de desarrollar nuestros centros sutiles pero los anegamos en una vida distraída, prosaica y mecánica.

Pero nuestra consciencia puede expandirse a otros planos, otras realidades.

Hay una sinfonía universal que algunos son capaces de escuchar, todos los días.

La vida en la materia que nos toca experimentar sin duda tiene múltiples obstáculos, que se amplifican en tiempos de crisis.

Pero esos obstáculos no deben presidirlo todo como es el caso hoy.

Todos los intercambios sirven para expandir la consciencia, o para encapsularla más y más en nuestro pequeño vehículo de cuerpo y mente. Son nuestras dos opciones.

Si, es cuestión de libre albedrío expandir la consciencia o limitarla más y más al triste mundo “de lo mío y de los míos”.

Porque los que expanden su consciencia siempre tienen un ángel a su lado.

“Sed osados, y fuerzas poderosas vendrán en vuestra ayuda”, leímos una vez, con gran júbilo.

La Inteligencia cósmica ha dado un determinado sonido a cada criatura con la finalidad de que pueda participar de la sinfonía universal. Solamente los humanos tienen la posibilidad de sustraerse de esta sinfonía, porque el Creador les ha dado también una voluntad libre, y si la utilizan para dejarse llevar por sus instintos, sus pasiones y sus caprichos, se alejan cada vez más de la armonía cósmica y se privan de sus bendiciones.

El día en que los humanos consideren que la unidad y la armonía son el objetivo de su existencia, de sus trabajos, su conciencia se expandirá. Al vibrar de nuevo en consonancia con el Todo, restablecerán el canal por el cual las energías más puras del universo volverán a circular en ellos para vivificarlos.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: “Sword of Valor” (1912), pintura de Nicholas Roerich