El pensamiento de hoy nos habla de quiénes somos y de dónde venimos.

Un día comprendemos que hay algo más allá de la materia, de que hay un espíritu.

Y ese día descubrimos el pan vivo y el agua viva.

Ese pan nos alimenta sin necesidad de saciarnos, y dentro sentimos una gran plenitud y también paz.

Poco a poco, los demás alimentos pierden su sabor.

El pan vivo descendido del Cielo puede llenarnos de energía pura y limpia.

Nos da fuera para seguir y para servir.

«No olvidéis jamás que estáis habitados por un espíritu, una chispa salida del seno del Eterno, del Fuego primordial, para encarnarse en la materia. Esta chispa lleva consigo todos los proyectos divinos, y sus peregrinaciones a través de la materia no tienen otro objetivo que el de realizar estos proyectos. Pero para subsistir necesita alimento.

Uno de los símbolos de la alimentación, tanto del alimento físico cómo del alimento espiritual, es el pan. Jesús decía: «Yo soy el pan vivo… » «Yo soy el pan bajado del Cielo ».Y durante la última Cena, bendijo el pan para darlo a sus discípulos diciendo: « Comed, éste es mi cuerpo. » El pan representa pues los elementos de la vida divina. Al venir a la tierra, ya estamos en posesión de algunos de estos elementos. Aquellos que los han malgastado en sus encarnaciones anteriores por no haber vivido razonablemente, deben esforzarse en reencontrarlos, si no continuarán su viaje en medio de grandes dificultades. En una Escuela iniciática, no hacemos más que llenar nuestros sacos y nuestros graneros interiores, es decir nuestro intelecto, nuestro corazón, nuestra alma y nuestro espíritu, con este pan vivo descendido del Cielo.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen, paisaje en la provncia de Burgos desde el Camino de Santiago, 11 julio 2014