Hay un camino de vuelta a recorrer.

Es el camino que nos lleva a la realeza y a la pureza, donde podemos “encontrar los elementos más preciosos para nuestra expansión y elevación”.

Pero en el camino hay muchas distracciones.

Algunas de ellas, como bien dice el Dalai Lama, son como la miel sobre la cuchilla: al lamerla nos cortamos la lengua.

Así es nuestra vida una y otra vez.

Las distracciones nos demoran.

En el camino nos tropezamos, pero también nos levantamos.

Podemos sacudirnos el polvo y andar con la espalda erguida…

El cielo nos tiende su mano, que reviste muchas formas.

¿Qué huella queremos dejar en la tierra?

No aceptéis nunca la inercia. Cualquiera que sea el grado de evolución al que hayáis llegado, esforzaros en ir siempre mas lejos en la conciencia y la exploración de vuestras facultades. Porque el Cielo no cesa de tenderos la mano, os muestra el camino, os presenta nuevas minas para explotar, nuevas riquezas a extraer. Así pues, no paréis nunca, porque todo lo que hayáis adquirido en vuestra alma y en vuestro espíritu como conocimientos, como virtudes, os lo llevareis un día con vosotros al otro mundo, y volveréis a traerlo también cuando os reencarnéis de nuevo. Sí, es sobre vuestro ser interior que debéis trabajar: a él es a quién debéis buscar, explorar, explotar porque ahí encontrareis los elementos más preciosos para vuestra expansión y vuestra elevación.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: fotograma de “El árbol de la vida”, de Terrence Malick