Hablamos de los millonarios en la tierra como aquellos que tienen muchas propiedades y posesiones.

Ser millonario en lo material puede ser útil para servir a la humanidad utilizando los recursos sabiamente, para ayudar a otros a crecer.

Pero con frecuencia las posesiones van acompañadas de cadenas, de esclavitudes, de jaulas de oro.

Los verdaderos millonarios, sin embargo, son los que saben quiénes son, los que recuerdan su filiación.

Son los seres que son conscientes de su naturaleza superior, de su divinidad latente, de su conexión con lo divino y con el Divino.

Porque la verdadera riqueza es un sentir interior, una conexión, un estado de gracia.

Está dentro de nosotros mismos, donde se encuentran los tesoros.

El millonario en lo espiritual está siempre lleno de una fuerza callada, potente, generosa.

Los tesoros interiores nos llaman a otra vida.

Cuando lo esperamos todo del mundo exterior, sea de los seres o de las cosas, tenemos siempre necesidad de recibir… E incluso de tomar, porque, cuando no recibimos nada de lo que esperábamos, tratamos de obtenerlo por todos los medios, incluso los más ilícitos. Y ahí está lo malo. Mientras que si pensamos que lo poseemos todo dentro de nosotros mismos, nos sentimos tan ricos que desbordamos, y experimentamos sin cesar la necesidad de darles a los demás algo de nuestros tesoros, para aliviarles. Aprended, pues, a buscar las riquezas dentro de vosotros mismos. Al principio quizá no encontréis gran cosa, pero, poco a poco, os maravillaréis por lo que habréis llegado a descubrir. Y teniendo siempre esta necesidad de dar, os acercaréis a la Divinidad.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: En-no-Gyoja, the Friend of the Travelers 1925 ( En-no-Gyoja, el amigo de los viajeros), pintura de Nicholas Roerich.