La mayoría de los humanos llevamos encima una gran carga de madera muerta.
Nuestra forma de vivir y muchos de nuestros hábitos contribuyen a seguir acumulando esta madera, año tras año.
Hoy se nos sugiere que hagamos una gran hoguera con las ramas viejas, y que en ese fuego nos purifiquemos, y que de esa madera inútil se desprenda luz y calor.
Las manifestaciones de la naturaleza inferior son como madera muerta: añaden peso y carga aunque no nos percatemos de ello.
Pero podemos cambiar de plano y situarnos un escalón más arriba, aligerado el peso.
Las reglas son simples, están a nuestro alcance, y podemos empezar hoy.
Y el camino, sin tanto peso superfluo, será entonces mucho más liviano, quien sabe si grácil.
La madera que se utiliza para hacer fuego es una madera que recibe el nombre de madera muerta: ramas apagadas, negras, retorcidas, sin ninguna belleza. Pero cuando arden, ¡cuánta luz, qué esplendor! Estas ramas que hubieran podido permanecer en cualquier lugar abandonadas, inútiles, el fuego las transforma en luz, calor y energía.
Diréis: «Sí, está claro, ya lo hemos comprobado. Pero ¿qué relación tienen estas ramas muertas con nosotros?» Os conciernen porque, simbólicamente, también existen en vuestro interior. También vosotros habéis acumulado montones de madera muerta que sólo espera ser quemada… Todas las inclinaciones egoístas, pasionales, todas las manifestaciones de la naturaleza inferior son como madera muerta. Hacedlas quemar con el fuego del espíritu, con el fuego del amor divino, y ellas también producirán luz, calor y vida.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Ediciones Prosveta. Foto: Niño en el Kailsh Hostel, en Katmandú, promovido por la Fundación Montañeros para el Himalaya, de Edurne Pasabán, abril 2011. Foto de Ferrán Latorre, actualmente en la expedición 14+1 que está subiendo el Everest sin oxígeno