Seguimos con este Evangelio de Jesús.
La luz interior que está apagada es el tema del texto.
Esa luz está a nuestra disposición, pero está muerta. Y por ello andamos sin luz por el mundo.
Todos tenemos el interruptor.
No tiene sentido seguir caminando a oscuras.
Con mucha humildad, hay que admitir tantas equivocaciones y buscar esa luz.
Mirad, pues cada uno de vosotros tiene dentro de sí todos los fuegos de Dios, pero están apagados. La voluntad está atada por los deseos de la carne y no atrae a los éteres de los fuegos para que vibren en la luz. Así pues, mirad en vuestra alma y daos cuenta: ¿Acaso la luz que está en vuestro interior no es oscura como la noche? No hay otro aliento que el Santo Aliento que pueda avivar nuestros fuegos de vida convirtiéndolos en llama viviente y transformándolos en luz. El Santo Aliento puede elevar los éteres de los fuegos a la luz y convertirlos en corazones de pureza y de amor. Oid, pues, hombres de Galilea: haceos puros de corazón, aceptad el Santo Aliento y vuestros cuerpos se llenarán de luz. Y al igual que una ciudad en la colina, vuestra luz brillará e iluminará el camino a otros hombres.
El Evangelio Acuario de Jesús el Cristo, Levi H. Dowling, capítulo 107,30-36. Foto: fiesta de fin de curso en la Residencia de Anand Bhavan, Calcuta, abril 2010