El pensamiento de hoy lleva de actualidad más de dos mil años.

Poco han cambiado las cosas desde esta llamada de Jesús, y los seres humanos perdemos una y otra vez la opción de vivir en verdad.

El ser humano vende su alma de continuo, por cosas pequeñas y grandes.

Una gran corriente de opinión nos lo hace ver como algo inevitable, como el precio necesario para “ser alguien”.


Y sin embargo, hay que elegir.

Ante nosotros tenemos dos caminos: el de la sabiduría y el de la ignorancia.

La elección es simple cuando uno frecuenta el templo interior.

Aflorar las puras características del alma, o seguir chapoteando más tiempo en la ciénaga.

Son los dos caminos.

«No podéis servir a Dios y a Mammon», dice Jesús en los Evangelios. Lo que significa que no podemos satisfacer a la vez las exigencias de la tierra y las del Cielo. Para ser reconocidos por nuestros amigos celestiales, debemos renunciar, a menudo, a ser reconocidos por los humanos, es verdad, pero ¿qué importancia tiene eso?… ¿Cuántos años durará lo que ganáis con los humanos? Aunque os aprueben, os alaben, aunque seáis reconocidos por millones de personas, pronto todos abandonarán la tierra, y vosotros también y, entonces, ¿cómo os sentiréis cuando lleguéis al otro mundo? ¿Y cómo vais a sentiros ya, en esta vida, si sois privados de la benevolencia y del amor de las entidades luminosas?

Si os ponéis al servicio del Cielo, no esperéis que los humanos vengan a manifestaros su estima y su reconocimiento: ni siquiera saben lo que sucede en vosotros. Contentaos con trabajar. Cuando sintáis que este trabajo os llena de una vida nueva, ¿creéis que tendréis necesidad de que los demás vengan a aplaudiros y a felicitaros?»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Foto: Orgaz, Toledo (Diego Bravo de Urquía, 26 octubre 2013)