Hoy se nos habla de nuestras distintas envolturas.

Una de ellas es la material y es con la que nos identificamos la mayor parte del tiempo, como si fuese la única. Son los tres cuerpos: físico, mental y astral (emocional).

Pero más allá de esa realidad hay otra, la que permanece, y la que nos une con el resto de la creación.

En nuestra ignorancia, en nuestra separación, no captamos esa unión. Por eso el yoga, que es la ciencia de la unión, nos devuelve poco a poco a ese terreno del mundo sutil, de las regiones superiores, en el que la unidad y la interdependencia empiezan a vislumbrarse.

En esas dimensiones o cuerpos residen los poderes originales, aquellos procedentes de nuestra esencia espiritual, nuestra dimensión superior.

Ambas dimensiones, espíritu y materia, pueden y deben ir de la mano, de tal forma que sea el espíritu el que defina la expresión de la materia.

Esa es la unión a la que estamos llamados y a las que todas las tradiciones se refieren al hablar de las deidades.

Estar solo en la materia es vivir aplastados por la materia. Más allá hay un mundo maravilloso que nos espera.

El ser humano es un espíritu que ha descendido a la tierra entrando en envolturas sucesivas cada vez más densas, a las que la Ciencia iniciática denomina cuerpos. Comenzando por el más sutil, estos son el cuerpo átmico, el cuerpo búdico, el cuerpo causal, el cuerpo mental, el cuerpo astral y el cuerpo físico.  El cuerpo físico es pues la última envoltura y la más densa. Al descender a la materia, el espíritu se ha limitado cada vez más, pero es él quien ha aceptado estos límites. Si en el descenso el hombre hubiera sabido mantener el vínculo con las regiones superiores, no se sentiría tan desvalido, aplastado por la materia. Se queja que las condiciones materiales dominan la situación; es cierto, pero lo es porque no ha sabido mantener en sí mismo la supremacía del espíritu. Cuando emprenda un trabajo en sí mismo, se dará cuenta que su espíritu, su alma, su pensamiento y su voluntad, pueden mejorar todas las condiciones de su vida, y progresivamente volverá a hallar sus poderes originales.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: aproximación al Matterhorn, junio 2011 (Jonás Cruces)