Hoy nos habla Aïvanhov de inscribir nuestros actos y nuestros gestos en el Libro de la Vida.

Se nos invita a proyectar nuestro pensamiento y nuestra existencia hacia el universo entero, donde nos encontramos con el Uno.

En ese universo, además, nos encontramos también con el otro: contigo, conmigo, con aquel.

Nos encontramos con el que sufre, y nuestra consciencia se expande para abrazar a todos los seres que sienten.

Cuando damos y cuando nos damos, estamos escribiendo en el Libro de la Vida.

Cuando solo miramos a lo nuestro, en nuestro pequeño mundo, perdemos la ocasión de escribir en las vibrantes páginas del Libro de la Vida.

Se nos dice que estamos colmados y que con nuestra abundancia podemos ayudar también a los demás.

Una sonrisa, un gesto amable, una mirada amorosa son el comienzo.

«Olvidad un poco todo lo que os falta. Cuando se tiene la posibilidad de abarcar con el pensamiento el universo entero, de comulgar con todas las entidades luminosas que lo pueblan, ¿cómo sentirse solos, desprovistos o humillados? Nadie puede arrebataros estas riquezas. ¿Qué necesitáis aún para comprender que estáis colmados, y que con esta abundancia podéis ayudar también a los demás? Aprended a ser generosos, dad de vuestras riquezas, e incluso de vuestras riquezas materiales, si podéis hacerlo. Si no, os pasaréis el tiempo temblando por miedo a perderlas, y acabaréis por olvidar que existe gente desgraciada y necesitada. ¡Venga, distribuíd! Perderéis el miedo a ver que tales acciones bajan en la bolsa, de que tal moneda se devalúa, etc. Y al mismo tiempo, vuestro gesto se inscribirá arriba en el Libro de la Vida y un día lo volveréis a encontrar todo amplificado.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Niños en el dispensario del programa Colores de Calcuta en Pilkhana, India