Con frecuencia Aïvanhov nos habla de nuestra cima.

En esa cima, que es el Yo Superior, habita la chispa divina, el Dios inmanente, esperando que le contactemos desde nuestro plano terrenal.

Contactarle nos pone también en relación con el Dios trascendente: somos una parte del Uno y al Uno volveremos.

Aquí en la tierra podemos vivir con la mayor consciencia y también con la mayor ignorancia.

Repetimos que tenemos poco tiempo, y es cierto: por eso cada momento de armonía y de comunión cuenta. Y todo lo que es ignorancia nos retrasa una y otra vez.

Los ignorantes, decía el Bhagavad Gita, trabajan solo en provecho propio, y los sabios piensan en la humanidad.

Buscar esa cima es regenerar el ser e ir al encuentro del Divino.

Y hay encuentros maravillosos.

Sólo podemos alcanzar a Dios, al Espíritu cósmico, alcanzando el espíritu en nosotros, a nuestro Yo superior. Por tanto, comprended bien esto: cuando rezáis al Señor, en realidad estáis intentando alcanzar la cima de vuestro ser. Y si lo conseguís, desencadenáis una vibración tan pura y sutil que al propagarse producen en vosotros las más beneficiosas transformaciones. E incluso si por esta vez no obtenéis lo que habéis pedido, al menos ganáis algunos elementos muy preciosos. La utilidad de esta petición, está en que habéis intentado alcanzar una cima en vosotros mismos, y en que habéis podido poner en marcha una fuerza allí, muy lejos, muy arriba, que, al acercarse hasta vosotros, produce unas vibraciones de una extrema sutileza, unos sonidos, unos perfumes, unos colores, y regenera todo vuestro ser.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Ediciones Prosveta. Imagen: Pintura de Nicholas Roerich: “Glory of the Himalaya”, 1943