Hace unos días hablábamos del dar, del darse.

El pensamiento de hoy habla de nuevo de esta ley oculta, que sin embargo es cada vez más visible para más gente.

Los patrones antiguos son los del retener, acumular, poseer.
La nueva humanidad requiere una actitud muy distinta ante las cosas, requiere compartir.

Todavía estamos muy lejos del ideal proclamado por Jesús, todavía perseguimos el becerro de oro, que también se manifiesta en forma de poder sobre los demás. Pero el oro debilita nuestra fuerza.

El oro, la riqueza, deben ser instrumentos para ayudar a la humanidad a progresar hacia el camino de la hermandad, de la comunión.

Hay personas que lo han entendido y que ya están cubiertas de una vestimenta celestial. Son capaces de dar y de darse, sin importarles el yo.

No pierden el tiempo en palabrería inútil ni en ocio baldío. Tienen gran coherencia. Son los pioneros de esa nueva humanidad.

El Maestro les acompaña.

Dando, recibimos. Si desdeñamos los objetos, recibimos la vestimenta celestial. Audazmente levanta tu escudo. Sólo te pido: que el oro no debilite tu fuerza. A Mi Enseñanza no le agrada el oro.

(VI, 9, 11- Las Hojas del Jardín de Morya II, Iluminación, 1925, The Agni Yoga Society, Nueva York. Niños en la misión d eZway, Etiopía, octubre 2009, foto de Javier León)