Aïvanhov nos habla de hallar los unos en los otros amor y luz.

Algunos seres son transmisores de ese amor y de esa luz, y en su presencia sentimos ese otro mundo.

Pero enseguida volvemos (o nos vuelven) a la pretendida realidad de que somos un lobo para el otro; de que nuestro destino es sobrevivir como podamos en esta jungla oscura, en la ciénaga que alimentamos con nuestra pensamiento, palabra y acción.

Como todo en la vida, es un tema de elección: la ciénaga o el cielo azul.

La elección es importante si luego va seguida de determinación, de propósito.

Volvemos a aquella hermosa frase: “sed osados y fuerzas poderosas vendrán en vuestra ayuda”.

La ciénaga existe, si, pero los que han visto el cielo azul del Tibet trabajan ya toda la vida por esa pureza, porque han visto el otro mundo.

En las ciénagas, en las junglas, sólo veréis animales que se están devorando. Pero si vais mucho más alto, al Cielo, entre las jerarquías angélicas, sólo veréis seres que no cesan de darse amor y luz. Sí, en lo alto se encuentra el amor y la luz, mientras que abajo encontramos hostilidad y luchas sin piedad.

Del mismo modo, los humanos que han descendido tan bajo en sus deseos y en sus preocupaciones, no pueden hacer más que luchar entre sí y devorarse mutuamente. Después, sacan conclusiones sobre la existencia y dicen que el hombre es un lobo para el hombre, y que en la tierra reina la ley de la jungla. Sí, esto es verdad mientras permanezcan abajo. Pero si purifican sus pensamientos y sus sentimientos, si los iluminan, hallarán los unos en los otros amor y luz.

Omraam Mikhäel Aïvanhov. Pensamientos cotidianos: Foto: Himalayas, India, 2006: Autor: Jonás Cruces