Todo lo que hacemos nos vuelve tarde o temprano, he ahí la maravilla de la ley del karma o de causa y efecto.

Pero también, todo lo que ganamos en la espiral evolutiva nos sirve para alcanzar un nuevo plano.

Cada plano ganado es una liberación de los planos inferiores y paulatinamente nos acerca a nuestro ser.

El progreso en la vida no se mide entonces en términos materiales ni siquiera de felicidad, sino de comunión, de gracia.

Las armas del amor y de la luz son las más poderosas y son las únicas que nos transformarán, nos insisten una y otra vez.

Es el camino más corto, aunque pueda parecer el más largo.

A nuestra disposición, sin apenas saberlo, hay armas poderosísimas.

Debido a las faltas que ha cometido en sus encarnaciones precedentes, el hombre debe padecer su destino; los hindús dicen que se tiene que pagar un karma. Pero esto no significa que no pueda reaccionar….  Por el contrario, debe combatir con las armas del amor y de la luz, a fin de triunfar sobre su destino y entrar en la orden de la Providencia. Desde ese mismo momento, ya no hay destino para el hombre que ha llegado a vivir en la luz. Ha cambiado de plano, las leyes ya no son las mismas, ha salido del mundo de la fatalidad para entrar en el de la gracia.

Las semillas de la felicidad, Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), p. 125 de la versión en español, Colección Izvor, Ediciones Prosveta (www.prosveta.es). Foto: guardería en el dispensario de Pilkhana, Howrah, India, mayo 2007