El ser humano alberga una chispa, una Divina Presencia, que sin embargo languidece largo tiempo sepultada bajo la ignorancia y el ego.

Un día esa presencia en nuestro interior despertará: ése es el plan de la evolución.

Hay que preparar el terreno para ese despertar, hay que limpiar el templo interior para que la semilla pueda crecer.

Se nos invita (y es bella invitación) a vivir esos atributos divinos: amor, honor, cordialidad, a los que pueden unirse muchos otros.

“Denlos a manos llenas” (dar en vez de tomar).

El que lo haga una y otra vez, y así toda la vida terrenal, un día se encontrará con el Señor en cada esquina y vivirá en la gracia.

«Ustedes podrán preguntar: ¿Dónde podemos encontrar al Señor? Bien, El les ha dado su dirección en el verso dieciséis del capítulo dieciocho del Bhagavad Gita. Búsquenla ahí y anótenla: “¡Oh, Arjuna, el Señor reside en el corazón de todos los seres!”. Ahora, después de saber eso, ¿Cómo podrían menospreciar a cualquier ser vivo, o cómo podrían deleitarse odiándolo o recrearse en el pasatiempo de ridiculizarlo? Cada individuo está lleno de la Divina Presencia, movido por los Atributos Divinos. Amor, honor, cordialidad; eso es lo que cada uno merece de ustedes; denlo a manos llenas”.

Sai Baba (1926-2011). “Sadhana, el sendero interno”, Ediciones Shatya, p26. Imagen: Parque Natural Sierra Calderona, Velencia, 2 abril 2015 (Ricardo Ricart)