Hablamos con frecuencia del mundo sutil.

Es ese mundo en el que contactamos con algo muy potente, que nos llena de vida, de fuerza. Es un depósito siempre lleno en el que podemos recargarnos permanentemente.

Las reglas son simples: contactar el ser, limpiar el corazón.

Entonces, la ambrosía y la belleza de ese mundo sutil nos llegarán con más y más frecuencia.

Veremos belleza donde antes veíamos fealdad.

Veremos la luz donde antes solo veíamos oscuridad.

Veremos, tras la apariencia material, el alma de las cosas.

Si, el mundo sutil nos proporciona la exaltación más elevada.

Y desde el mundo sutil podremos vivir la alegría del alma.

Es una alegría callada, profunda, en la que empezamos a vislumbrar qué significa amar.

Nos queda un recorrido enorme, pero el mundo sutil, de cuando en cuando, nos da un toquecito suave, como queriéndonos susurrar: “ánimo”.

Si la gente pudiera entender que para un hombre puro y lleno de aspiración el hecho de cruzar al Mundo Sutil es la alegría más alta, la exaltación más elevada, y una incorporación absoluta en el trabajo amado, entonces muchos se esforzarían por alcanzar este estado alegre y amplio por medio de una vida provechosa en la tierra.

Cartas de Helena Roerich, Volumen II, p. 450, 1935-39 (1940). Foto: niñas en Salgaon, India, 3 de mayo 2009