Hoy nos habla Aïvanhov de ciertos diplomas que pueden grabarse en nuestro ser, ser parte intrínseca nuestra.
Son diplomas al alance de todos, sin ningún límite, y que no requieren de reconocimiento externo.
Según profundizamos más en cada uno de ellos, las verdades van apareciendo y la ilusión, el maya, disminuye.
Los velos caerán, y donde antes no comprendíamos ahora comprendemos. Surge la verdad, disminuye la mentira.
Honestidad, bondad, generosidad, paciencia, paz, armonía… Podemos añadir otros, pero aquí hay valores para reconstruirnos.
Esta reconstrucción puede hacerse desde el mayor silencio interno, empezando esta misma mañana.
Podemos grabar bien fuerte estos atributos en nuestro interior, y empezar así a prepararnos para el nuevo nacimiento que pudiera ser la Navidad.
Hay un trabajo precioso por delante si nos ponemos a ello.
La honestidad, la bondad, la generosidad, la paciencia, la paz y la armonía… He aquí los valores que serán más apreciados en el futuro. Aquél que no sepa manifestar estas virtudes será considerado como inútil e incluso nocivo. Se darán diplomas a aquellos que, con su comportamiento, trabajan para la fraternidad entre todos los hombres, mientras que aquellos que se contentan con llegar a ser enciclopedias, no serán admitidos. Porque para introducir el Reino de Dios en la tierra, se necesitan caracteres fuertes, no oficinas de información.
Los verdaderos diplomas son dados por la misma naturaleza y sólo por ella. Si, poniendo sólo vuestra mano sobre el hombro de una persona que está preocupada, angustiada, lográis calmarla, ello será la prueba de que habéis recibido el diploma; el Cielo os lo ha dado. Porque los verdaderos diplomas no son papeles; están impresos en vuestro rostro, en vuestro cuerpo, en todo vuestro ser. Si no lleváis en vosotros mismos un diploma vivo, formado de emanaciones poderosas y luminosas, por muchos diplomas de la tierra que poseáis, ante los ojos de la naturaleza no seréis nada.
Omraam Mikhäel Aïvanhov, Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: montañas en Bhutan, mayo 2010