Nuestro estado interior define cómo vemos el mundo exterior.

Si estamos desordenados por dentro, solo veremos desorden y caos.

Cuando estamos ordenados, en armonía, percibimos un orden, un propósito.


En gran medida lo que vemos y lo que sentimos depende de nosotros.

Malick lo dijo de modo muy hermoso en una de sus películas: unos solo ven dolor y tristeza donde otros ven la gloria.

La gloria puede ser una realidad, pero hay que estar preparado para verla, requiere unas gafas especiales.

Se nos dice que si la llama interior está viva y protegida lo iluminará todo a su alrededor.

Nos haría mucho bien entrar todos los días en la habitación secreta, que es un refugio.

Conviene hacerlo descalzo, muy limpio, por respeto a una presencia y a nosotros mismos.

La vida nos invita.

¡Cuántas ocasiones magníficas se os presentan! Pero, ¡no podéis beneficiaros de las mismas porque no os habéis preparado! En los Evangelios se encuentra el sentido de la parábola de las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes necias. Solamente las vírgenes prudentes que habían preparado aceite para sus lámparas, fueron recibidas por el Esposo en la sala de la boda.

El aceite de la lámpara preparado por las vírgenes sabias, simboliza todas las condiciones interiores que debemos cumplir para estar ahí, disponibles, despiertos, activos en el momento en el que realizaremos un encuentro que puede transformar nuestra vida: el encuentro de un ser, el encuentro de la belleza, el encuentro de una verdad. Aquel que se ha dejado llevar por actividades o estados inferiores que lo han vaciado de sus energías, será como una de estas vírgenes necias que no han sido aceptadas en la sala de la boda: se hallará interiormente ante una puerta cerrada.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: fiesta de fin de curso de Anand Bhavan, del programa Colores de Calcuta, abril 2010