Hablamos con frecuencia de hacer hueco en nuestro interior para que fuerzas poderosas vengan a habitarnos, a hacernos compañía.

El interior requiere estar limpio y ordenado para que esas fuerzas decidan visitarnos.

Es como cuando los padres primerizos preparan primorosamente la habitación del hijo que va a llegar, procurando que todo en ella sea armonioso y noble.

Ese trabajo de limpieza nos lleva además a contactar con nuestro Yo real.

Confluyen así dos encuentros capitales en nuestra evolución.

Nuestra vida es breve y con frecuencia desordenada. Pero el orden en el interior trae gradualmente consigo una visión de la eternidad.

Nos dice Aïvanhov hoy que nos esforcemos por atraer el Principio divino hacia nosotros.

Es otra forma de decirnos que iniciemos el camino para recuperar el esplendor, para vivir erguidos.

Vivir en comunión: qué gran regalo es ese. Esa, en verdad, es la gran riqueza.

Esforzaos en no pasar un solo día sin concentraros en el Principio divino para atraerle hacia vosotros; y no disminuyáis vuestro esfuerzo hasta que sintáis que hace de vosotros su morada. En realidad, el Principio divino ya está en vosotros, forma parte de la esencia de vuestro ser, pero paredes y más paredes os separan de Él, capas de impurezas que habéis formado vosotros mismos con vuestros pensamientos y vuestros sentimientos egocéntricos y desordenados. Todas estas capas de impurezas son tantos otros obstáculos que impiden que el amor de Dios y sus bendiciones lleguen hasta vuestra conciencia, y que impiden que vuestra conciencia se eleve hasta Él.

Jesús dijo en los Evangelios: «Aquél que sigue mis mandamientos, mi Padre y yo vendremos a establecer en él nuestra morada.»  Sólo cuando decidáis someteros a las reglas del Principio divino, a obrar según su voluntad, sentiréis que vive y se manifiesta en vosotros.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es. Foto: niño y su madre en Agra, India, 30 abril 2010