Hoy se nos habla del aura y de cómo vivificarla y llenarla de luz.
Se nos ofrece un método: practicar las virtudes.
Es un método simple, muy humilde, muy poderoso.
Con frecuencia nos decimos que queremos cambiar de vida, que buscamos una vida pura.
Pero los antiguos patrones siguen enraizados en lo profundo y pasan los años y la vida sin apenas progreso.
Nunca es tarde para empezar. Cada jornada puede ser el comienzo de un nuevo año, de una nueva vida. Tenemos el regalo del libre albedrío.
La paz, la armonía, la alegría están dentro, esperando a que las descubramos y alimentemos.
Todos, en algún momento, hemos de silenciar al impostor para que surja el Ser.
Múltiples bendiciones nos esperan.
«Si os pregunto: «¿Acaso os importan verdaderamente vuestra salud, vuestra belleza, vuestra paz, vuestro progreso? ¿Acaso os importa verdaderamente ser amados?», me responderéis todos: «Claro que sí, no queremos más que eso.» Pero entonces, ¿por qué no hacéis nada para obtenerlo? Todas estas bendiciones no os pueden caer encima así como así, por casualidad; para atraerlas debéis esforzaros, trabajar sobre vuestra aura, y ella las hará venir hasta vosotros. Existen métodos de concentración para desarrollar el aura, pero el mejor método, el más seguro, es la práctica de las virtudes. Gracias al amor vivificáis vuestra aura; gracias a la sabiduría la volvéis luminosa; gracias a la fuerza de vuestro carácter la volvéis poderosa; gracias a una vida pura la volvéis límpida y clara. Cada virtud que desarrolláis le da una cualidad a vuestra aura. Y esta aura viva, luminosa, poderosa y clara, es la que atrae sobre vosotros todas las bendiciones del Cielo”.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: niña en Mongolia, junio 2007.