Cada uno de nosotros somos un faro en potencia.
En silencio, a cada instante podemos emitir pensamientos benignos y elevados a nuestro alrededor.
En nuestro ánimo y en nuestra mente no hay separaciones ni distinciones y nuestros pensamientos viajan por toda la tierra.
Son realmente flechas benéficas las que podemos enviar por doquier.
Aunque no podamos medir sus efectos, la mente limpia y enfocada es una bendición para el mundo.
La vorágine del mundo insiste para arrastrarnos hacia la ofuscación, el victimismo y el odio.
Pero desde la mente clara podemos emitir poderosas ondas al espacio que limpian, regeneran y curan.
Somos responsables de lo que pensamos, de lo que emitimos.
«Si decidís ampliar vuestra actividad, la actividad del pensamiento y del sentimiento, un día seréis capaces de enviar alimento a todo el mundo, un alimento celestial. Os preguntaréis ¿cómo es posible? He aquí un ejemplo. Os encontráis un hombre o una mujer que os inspiran admiración y amor. Decíos que, en el invisible, vuestros pensamientos y vuestros sentimientos viajan, y no alcanzan sólo a este hombre o a esta mujer, sino también a muchos otros que se encuentran aquí en su camino y que, de pronto, sin saber cómo ni porqué, se sienten ellos mismos habitados por el amor, la alegría y la esperanza.
¡Cuántas ondas circulan de esta forma por el espacio, sin saberlo aquellos que las emiten ni aquellos que las reciben! Intentad a partir de ahora tomaros en serio esta verdad, a fin de que podáis dar a todos los mejores alimentos de vuestro corazón y de vuestra alma. «
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: anochecer en Antigüedad (Palencia), 30 junio 2015 (Marga Lamoca)