Ayer hablábamos de los cielos azules que nos susurran que hay otro mundo.

Ese mundo es el que hemos de recrear aquí, cada uno en nuestro interior.

Desde ahí dentro, en lo profundo, ese mundo se proyectará al exterior en forma de armonía y de amor.

Toda tarea estará entonces alimentada por una energía limpia, potente.

En los momentos de zozobra y desánimo bueno es recordar aquella frase de Jesús:

“Mi Padre trabaja y yo trabajo con Él”.

Y dar siempre lo mejor nuestro, a pesar de todo.

Ver el fuego de los corazones armoniosos,
llevando a cabo la tarea del Creador,
es un logro maravilloso.  

Las hojas del Jardín de Morya, sutra 407, 1924 Agni Yoga Society, Nueva York: Foto: Banderas de oración desde la cumbre del Stok Kangri, Ladak, India, 2006: Autor: Pedro Maqueda