“Así como pensamos, así somos”, reza el antiguo adagio.

Nuestro trabajo interior con el pensamiento va moldeándonos poco a poco por fuera.

Los pensamientos pueden ser elevados o estar muy pegados a las querellas de la tierra.

El pensamiento elevado libera, limpia, nos pone en el camino de la compasión, nos lleva hacia el amor. Es vía de liberación.

El pensamiento bajo es vía de esclavitud.

El rostro del que tiene pensamientos elevados poco a poco se transforma y puede que vuelva a los rasgos puros y limpios de la niñez.

Nuestra materia es compacta, correosa, áspera. El pensamiento puede transformarla.

En ciertos lugares los medios de comunicación arrastran hacia los pensamientos basura.

En cada momento podemos elegir.

La materia de nuestro cuerpo físico es compacta, resistente, rebelde, por esto es difícil actuar sobre él y transformarlo. Pero existen otras regiones en el hombre, las regiones del sentimiento y las del pensamiento, en las que la materia sutil se presta más fácilmente a un trabajo de elaboración. Basta con algunos esfuerzos para hacer que nuestros pensamientos y nuestros sentimientos sean más puros, más hermosos y más ricos. Es pues por ahí donde debemos comenzar, y el cuerpo físico seguirá; seguirá mucho más despacio, pero seguro que seguirá.

Lo importante es saber que con el pensamiento, con el sentimiento, tenemos grandes posibilidades para mejorar las cosas. Aunque este trabajo no dé resultados inmediatos y espectaculares en el cuerpo físico, poco a poco también él se transformará, porque el trabajo interior sobre los pensamientos y los sentimientos siempre termina influyendo en él.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick