Trabajar cada día en la proyección de rayos de luz y amor sobre todas las criaturas… nos sugiere Aïvanhov.
Es un trabajo celestial y magnífico que no es comparable a nada.
Todos podemos hacerlo, primero unos minutos, luego más y así hasta que nuestra mente, en lugar de estar distraída, esté emitiendo amor por todos los seres y por la vida.
Cada mirada, cada palabra, puede tener ese propósito detrás.
Con ello podemos contribuir a la regeneración del mundo pero también a nuestra propia regeneración.
Y recibiremos salud, alegría, gozo, toda la abundancia de la tierra.
Os deseo que aumentéis todavía más vuestro amor, vuestro deseo de ayudar a la humanidad: de amar a vuestro prójimo, de proyectar rayos de luz y amor sobre todas las criaturas.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “La vida de un Maestro en Occidente”, p250, Louise Marie Frenette, Editorial Nous, 2009. Foto: playa de Copacabana, Rio de Janeiro, 5 septiembre 2011