La conexión con la Fuente requiere perseverancia, método, orden.

Requiere silencio, soledad, para poder permanecer unido al hilo que nos vincula a esa Fuente.

Es muy fácil desconectarse y volver al torbellino de la vida.

Para recibir la fuerza de la Fuente es necesario que volvamos una y otra vez a nuestro centro. Y es erróneo pensar que si llegamos al centro permaneceremos en el centro sin más.

Ese estado hay que alimentarlo, conservarlo, protegerlo.

Sólo así podremos recibir las enormes fuerzas que llegan de la Fuente.

Y si queremos tener ese canal con la Fuente abierto, tendremos que saber decir “no” a muchas cosas, tendremos que desnudarnos de lo impuro y quedarnos solo con lo puro.

Es importante volver a ese centro, cuidarlo, pues el mundo está lleno de impurezas y falsedades que parecen llenarlo todo.

Esa conexión debiera ser nuestra mayor prioridad cada día. Desde esa conexión, empezaremos a trabajar desde otro plano.

Incluso entre los creyentes, ¿cuántos piensan en utilizar las cualidades y los dones que han recibido para la gloria de Dios y el bien del mundo entero? Muy pocos. La mayoría están más bien ocupados en utilizarlos para su propio interés, cortando así el vínculo con la Fuente. Evidentemente, al principio, la ruptura de ese vínculo parece no tener repercusión alguna: les quedan reservas, algunas cajas, algunos cajones llenos… La viga no se pudre inmediatamente cuando un gusano empieza a roerla. Sus dones, sus facultades no desaparecen de repente. Todavía obtienen algunos resultados. Pero esto sólo puede durar algún tiempo; al no llegar nuevas fuerzas para renovarles y alimentarles, la fermentación, la podredumbre, los microbios, los gusanos empiezan a destruirles, y un día, sé producirá un derrumbamiento, una pérdida o una enfermedad; porque se han desvinculado de la Fuente divina.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (!900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Foto: árbol del jardín botánico de Calcuta, Bengala, India, 24 marzo 2010