Hoy se nos sugieren dos poderosas ideas.

La primera es que el mundo externo está configurado por nuestro mundo interno: mucho de lo que “vemos” y sentimos es proyección nuestra.

De ahí la frase de Jesús “así como un hombre piensa en su corazón, así es él”.


La segunda, mucho más importante, habla de restablecer el vínculo que da acceso a la verdadera vida.

Se trata del vínculo con el alma y con el espíritu, y que tiene que ver con esas dos preguntas clave: “quién soy yo” y “a quién pertenezco”.

Hablamos de restablecer el vínculo porque en algún momento ese vínculo se ha roto y nos ha dejado a la deriva, como un corcho en el mar.

Y una vez restablecido, hay que alimentarlo cada día, fortalecerlo… Es la ciencia de la unión, del yoga.

Es la puerta a la visión plena.

«La vida os aparece siempre tal como sois vosotros mismos. Si os decís: es bella, es porque interiormente sois bellos, y si pensáis que es absurda y fea, es porque os estáis viendo reflejados un poco en este espejo…

La vida es a nuestra imagen, sólo vemos en ella lo que llevamos en nosotros. Por ello, se encuentra siempre una vida diferente de otra. Se dice: la «vida», y uno cree saber de qué habla, imaginándose que el mundo entero posee el mismo grado y la misma calidad de vida. No, diciendo: «la vida», cada uno habla solamente de su nivel y sólo se pronuncia sobre su propia vida. Pero la verdadera vida en toda su amplitud, su grandeza, su inmensidad, no la conocemos, podemos sólo acercarnos a ella; y sólo nos aproximaremos si somos capaces de restablecer el vínculo con el mundo del alma y del espíritu.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta Imagen: Delta del Ebro, 7-4-14 (Carlos O)