«Nos gusta recibir flores u ofrecerlas, las ponemos en nuestra casa, las plantamos en nuestro jardín, las admiramos en los parques o en la naturaleza, nos maravillamos con sus formas, sus colores, sus perfumes. Pero las consideramos ante todo como elementos de decoración que contribuyen a hacer la existencia más agradable; así pues, este interés por las flores es superficial, y no recibimos gran cosa con su presencia.

¿Pero qué son las flores en realidad? Son seres vivos con los que podemos entrar en relación… Sí, una flor no es sólo una parcela de materia coloreada y perfumada, sino que es también la morada de una entidad que viene a hablarnos de la tierra y del cielo. Y si sabemos cómo mirarla, cómo conectarnos con ella, entramos en contacto con las fuerzas de la naturaleza, con las entidades que trabajan para hacer de ella esta presencia tan vivificante y poética.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: camelias en el Jardín Botánico de Madrid, marzo de de 2016 (cortesía de Marga Lamoca)