Volvemos a hablar de la mente, a la que algunos se refieren como la loca de la casa.

El pensamiento puede elevarnos pero también aplastarnos aún más en la materia.

Somos responsables de lo que pensamos: pensar bien limpia, vivifica, renueva.


Sin apenas ser conscientes de ello, desencadenamos corrientes benéficas o maléficas con  nuestro pensamiento.

Por eso la meditación de grupo regenera, contrarresta la polución que la humanidad emite en forma de pensamiento.

Hoy Aïvanhov nos da pautas precisas, preciosas para que cada uno de nosotros seamos un faro.

¿Nos uniremos a las fuerzas benéficas? ¿Trabajaremos en silencio, por el bien del mundo entero?

Los pensamientos, los sentimientos y los deseos de los humanos se vierten en el mundo invisible donde desencadenan corrientes benéficas o maléficas. Pero como muy pocas personas han sido instruidas de esta realidad, hay pues en la tierra cuatro o cinco mil millones de personas que, cada día, sin cesar, están provocando inconscientemente fuerzas destructivas. Si se intenta enseñarles, abren los ojos sorprendidos preguntándose qué es lo que se les está contando: ¿qué influencia pueden tener sobre los acontecimientos, pensamientos y sentimientos que no se ven ni se tocan?… Pues bien, precisamente tienen una.

La vida interior, la vida del pensamiento es esencial para la construcción de nuestro futuro y el de la humanidad. Por esto, lo primero que se aprende en una Escuela iniciática, es vigilar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros deseos: cual es su objetivo, su dirección, para poder precisamente unirse con las fuerzas benéficas de la naturaleza y trabajar así en su propia evolución y en la del mundo entero.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: fiesta de fin de curso de Anand Bhavan, del programa Colores de Calcuta, abril 2010