Nos dice Aïvanhov que la felicidad consiste en amar hasta el infinito.

Son palabras un tanto provocadoras en un mundo que permanentemente nos invita a considerar solo lo nuestro, nuestra pequeña familia, nuestro pequeño círculo, nuestra pequeña nación.

Habla de que esos sentimientos limitados mutilan el amor.


Pero hay pensamientos y sentimientos que expanden, que dilatan por dentro, que vivifican.

Y hay que ensanchar los intercambios, nos dice, hasta alcanzar también a las entidades luminosas del mundo sutil.

Mientras no pensemos en el mundo como una casa común, en el sufrimiento del otro como nuestro sufrimiento, estaremos manteniendo los mundos de la separatividad y la exclusión.

Y algo dentro de nosotros permanecerá irremediablemente seco, muerto.

En cambio, el alma florece cuando somos capaces de amar a todos los seres.

Bienaventurados los que aman, se nos dijo.

«En el momento en que un hombre y una mujer se encuentran y se aman, tienen tendencia a olvidarse del mundo entero, nada más existe para ellos. Todavía no se han habituado a vivir el amor de una forma más vasta y, sin saberlo, lo empobrecen, lo mutilan. El verdadero amor es el que abarca a la totalidad de las criaturas sin limitarse, sin echar raíces en una sola. Por eso, de ahora en adelante, los hombres y las mujeres deben aceptar el tener concepciones más amplias, que muestren menos posesividad y celos, lo que no les impedirá seguir siendo fieles el uno al otro.

Cuando dos seres verdaderamente evolucionados se eligen, ya de antemano se han dejado esta libertad mutua; cada uno se alegra de poder amar a todas las criaturas con la mayor pureza. La felicidad, no consiste en limitarse a un ser, o a dos, o a diez, o a cien… sino en amar hasta el infinito. Continuad pues amando a aquéllos que ya amáis, pero ensanchad aún más el círculo de vuestro amor. Y ensanchadlo hasta tener también intercambios con todas las entidades luminosas del mundo invisible, con los ángeles, con los arcángeles… De esta manera, vuestra familia, vuestros amigos, se sentirán enriquecidos, fortalecidos, purificados, con todo lo que vosotros vivís de hermoso en vuestro corazón y en vuestra alma.”

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecer en Torrelodones, 7 septiembre 2014 (Helena González de Lozar)