El pensamiento de hoy nos habla de calidad.

El mundo nos ofrece cantidad: comer más, ganar más, consumir más, poseer más. Más de todo, incluido ruido externo e interno.

Pero la calidad pertenece a otro mundo: a un orden de cosas superior, se nos dice bellamente.

Por eso todo acto bien hecho y con amor es un mensaje al Cielo.

Por eso cada pequeña cosa cuenta para generar una vibración más elevada, para ayudarnos a evolucionar.

En vez de vivir mecánica e inconscientemente, los intercambios entre los hombres podrían estar llenos de consciencia.

La calidad nos instala en longitudes de onda cada vez más sutiles.

En la tierra estamos solo un tiempo, muy breve: y nuestras miradas pueden estar llenas de amor o de indiferencia y egoísmo.

Hemos de elegir.

La cantidad, eso es lo que busca la mayoría de los humanos: cantidad de alimento, de dinero, de posesiones de cualquier clase; incluso en la amistad y en el amor quieren cantidad. Y sin embargo deben saber que la búsqueda de cantidad no sólo nos dispersa y complica nuestra existencia, sino que además contribuye a desarrollar nuestra naturaleza inferior creando cada vez más deseos y necesidades. Así pues obstaculiza cualquier progreso espiritual y, con el tiempo, conduce al estancamiento y a la muerte.

La búsqueda de la calidad, al contrario, nos hace evolucionar, porque la calidad pertenece a un orden de cosas superior, posee vibraciones más puras, más luminosas, más poderosas. Aquél que busca la calidad se aproxima a longitudes de onda cada vez más sutiles, hasta alcanzar el punto con mayor vibración, la cima, el espíritu. Así pues, se puede decir que la cantidad pertenece a la materia y la calidad al espíritu.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86) , Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: “Book of wisdom” (1924), pintura de Nicholas Roerich