Seguimos hablando del sol en estas preciosas analogías que nos trae Aïvanhov.

Nuestra elección es vivir de modo mezquino o abiertos a la inmensidad, donde se encuentran las energías más puras y luminosas.


Cuando vemos el ejemplo de Nelson Mandela, el alma se oxigena, recupera la comunión con los grandes ideales.

Su vida es como una corriente eléctrica que ha pasado por la humanidad para despertarnos.

El tiempo del que disponemos para despertar no es mucho.

Podemos continuar durante años y décadas en el mismo círculo vicioso que da vueltas sobre si mismo.

O podemos romper para proyectarnos a otra realidad en la que prevalece la pureza del pensamiento.

Y la energía sigue al pensamiento…

«Por eso el sol es inagotable. En su deseo de dar, se llena. Nos envía sus rayos, pero al mismo tiempo recibe sin cesar nuevas energías del infinito, de la inmensidad, del Absoluto. Mientras irradia hacia la periferia absorbe en su centro las riquezas y las energías del Absoluto. Esto es lo que me ha explicado: “Estoy continuamente conectado con la Divinidad y como tengo los pensamientos y los deseos más puros también atraigo todas las energías más puras, mas más luminosas. Aprended de mi cómo llegar a ser perfectos, inagotables, incansables. Trabajad como yo y os daréis cuenta de que en cuanto gastáis energías para el bien de los demás muy poco tiempo después, de repente, os sentís recargados de energías nuevas”. ¿Cómo sucede? Es algo misterioso, ¡pero qué real! Mientras que si gastáis energías con un objetivo demasiado personal necesitaréis mucho tiempo para recuperaros, para restableceros, y si por desgracia caéis enfermos, necesitaréis quizá meses y años para curaros. Las criaturas que están inspiradas por los mejores pensamientos y el mejor ideal se restablecen siempre más rápidamente”.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Los esplendores de Tipheret, El sol en la práctica espiritual, tomo 10 de las Obras Completas, página 280, Editorial Prosveta. foto: sierra de Madrid, , 8 de diciembre 2013 (Olga Melero)