El texto de hoy es una bonita alegoría sobre el alto ideal, sobre la ambrosía de la vida.
Aspirar a lo puro, a lo elevado, a lo sutil: es una forma de vivir en la altura.
El alto ideal puede impregnarlo todo, y puede ennoblecer la vida.
De niños, ese ideal nos recorría de abajo a arriba, y todo era posible.
Los anuncios sin fin, la palabrería de los medios de comunicación, el énfasis en todo lo prosaico, lo banal: oscurecen y apagan la vida.
Pero hay una lámpara que se activa siempre que pensamos en el alto ideal. Hay personas en cuyos ojos brilla ese ideal de continuo.
Podemos ir por la vida apagados o con esa luz.
Es una opción personal, indelegable. Es la diferencia entre vivir y estar dormidos.
¿Queréis corregir ciertas debilidades? ¿Queréis lograr dominar ciertas tendencias instintivas? Sólo lo lograréis si desarrolláis en vosotros el amor hacia un alto ideal. ¿Qué es un alto ideal? Una aspiración a la belleza, la belleza espiritual que está constituida de pureza, de luz, de armonía. Contempláis esta belleza, y naturalmente, espontáneamente, os libráis de todo lo que es nocivo, oscuro, caótico. Este amor por la belleza os protege, como un vestido que no desearíais ensuciar. Cuando os ponéis vestidos nuevos, o unos que os gustan en especial, no realizáis actividades que podrían rasgarlos o mancharlos; instintivamente prestáis atención con vuestros gestos, en los lugares donde os sentáis.
Pues bien, así es: si decidís cultivar en vosotros el gusto por el mundo de la belleza y el deseo de acercaros a ella, sentiréis cómo poco a poco se teje a vuestro alrededor una especie de vestido sutil que querréis proteger, y así, seréis vosotros mismos protegidos.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos (www.prosveta.es). Imagen: “Nan Shan” (1936), obra de Nicholas Roerich