Esta mañana volvemos a nuestra doble realidad espíritu-materia, que nos pide que las integremos armónicamente.

La primera se refiere al lado divino (imagen y semejanza), la segunda al humano.

El yoga, ciencia de la unión, las pone en relación.

La plenitud en el ser humano se logra cuando esas dos dimensiones viven en comunión.

Es entonces cuando la materia es el instrumento que expresa las características primordiales del espíritu.

Dos principales características del espíritu son el amor y la compasión.

Desde esa comunión, solo queda espacio para la buena voluntad y para la voluntad al bien.

Los asuntos humanos estarán entonces teñidos de la energía divina.

Todos tenemos un camino por recorrer.

«Las fuerzas del espíritu trabajan en la materia para animarla, volverla más sensible, más receptiva a la luz de lo alto. Las criaturas que no se dejan penetrar por estas fuerzas del espíritu mueren. Y esto es verdaderamente la muerte: el rechazo a evolucionar, a vibrar al unísono con las corrientes del espíritu.

La muerte espiritual es un descenso a la materia más densa, a la más compacta, y este descenso se produce en la conciencia: el hombre pierde la luz, pierde el recuerdo de la impronta celestial que está inscrita en él, y se vuelve como una piedra en la que la vida está tan ralentizada, que ya no tiene fuerza para producir verdaderos pensamientos y verdaderos sentimientos. La vida es una perpetua marcha hacia adelante, y aquel que se niega a avanzar, regresa hacia la inconsciencia de la piedra que no es más que una conciencia dormida, y sus manifestaciones físicas y psíquicas se convierten en la expresión de esta vida petrificada. Así pues, procurad cada día dar al menos un paso hacia adelante.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: carretera a Foncebadón (León, Camino de Santiago) cerrada por la nevada, 6 de febrero de 2015 (El Trasgu de Foncebadón)