Hablamos con frecuencia del sol, que irradia su luz y su calor, que baña la tierra de color y de hermosura.

Hoy se hace analogía con nuestro propio sol, el Yo superior, el alma.

Se nos habla de unificar nuestras fuerzas para dirigirlas en una sola dirección luminosa, divina.

Hay seres que efectivamente envían a la humanidad el exceso de amor y de luz que les desborda. Su presencia sana.

Ese es también nuestro potencial cuando ordenamos y armonizamos la casa interna.

En nuestro sol interior están todas las respuestas.

No le traicionemos.

El discípulo aprende a movilizar sus pensamientos, sus deseos, e incluso todas las tendencias de su naturaleza inferior, para la realización de un ideal sublime. Pero lo que tal vez no sabéis, es que este trabajo de unificación, de armonización, el sol puede ayudar a realizarlo. Observando su salida, por la mañana, pensad que vuestra conciencia se aproxima a vuestro propio sol, vuestro espíritu, vuestro Yo superior, para fusionarse con él. Cuando hayáis logrado pacificar y unificar todas las fuerzas contrarias que os molestan para dirigirlas  hacia una sola dirección luminosa, divina, os convertiréis en un foco tan potente que seréis capaces de irradiar en todas las direcciones, como el sol.

Sí, un ser que ha conseguido arreglar sus propios problemas para ser libre, puede empezar a ocuparse de toda la humanidad, y como el sol vive en una libertad tal, que extiende el campo de su conciencia a todo el género humano, al cual le envía el exceso de luz y de amor que desborda de él… Pero antes de poder irradiar, debe aprender a concentrar todas las potencialidades de su ser para orientarlas hacia una sola dirección.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: el lago blanco del desierto del Gobi, Mongolia, junio 2007