«Como espíritu, el ser humano todavía no ha tomado realmente posesión de su cuerpo físico. Lo arrastra, se siente sepultado, aplastado, incluso a veces ahogado por él, pero no se puede decir que se haya instalado en él, porque no es una morada digna de él. Así pues, mientras tanto, el espíritu (o más bien lo que se cree ser el espíritu) se pasea con el cuerpo, exactamente igual que un buen hombre y una buena mujer van del brazo, titubeando… Diréis: «¡Pero, qué espectáculo!» Pues bien, sí, es un espectáculo aquél que da el ser humano mientras ignora lo que representa su espíritu y su cuerpo y el trabajo que deben hacer juntos.
Pero vosotros que sabéis lo que es este trabajo, esforzaos en desprender el principio divino en vosotros para que pueda elevarse lo más alto posible, y que a su regreso, cuando vuelva a bajar, purifique e ilumine la morada que es la suya. Esta morada es vuestro cuerpo físico, pero también vuestros cuerpos astral y mental a través de los cuales vuestro espíritu podrá manifestarse un día”.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Bosques de Palermo, Buenos Aires, 5 de junio de 2016 (cortesía de Marta Sierra)