Hoy se nos habla de la calidad de nuestros intercambios, tantas veces mecánica, distraída.
Se nos invita a poner el alma en los encuentros y en la vida, y a traer consciencia a todo lo que pensamos y hacemos.
Enfrente de una persona, conocida o desconocida, hay una magia especial cuando intentamos contactar desde el alma.
Es un cambio de plano que significa intentar comunicarse desde el fondo más puro.
Requiere un aprendizaje y una práctica, pues estamos acostumbrados a relacionarnos desde la personalidad mecánica.
La práctica poco a poco nos llevará a terrenos de honestidad y verdad con un gran efecto beneficioso: recuperar la dignidad.
Se requerirán menos palabras, pues la mirada hablará más.
Habrá menos habladuría, y más verdad.
Se nos han dado varitas mágicas, que algunos aprenden a utilizar.
Dos personas se encuentran: «¿Cómo estás? – ¡Bien!», y si se conocen lo bastante bien, se abrazan, por costumbre, maquinalmente. Después se alejan porque tienen prisa, y ya ni se acuerdan de que se han abrazado. No creen que sea anormal hacerlo todo con rapidez, inconscientemente, incluso abrazarse, y luego se sorprenden que las relaciones con aquellos que llaman sus amigos no les aporten gran cosa.
Os encontráis con alguien. Primero, no es absolutamente necesario que os abracéis. Pero si lo hacéis, e incluso también si no lo hacéis, durante al menos algunos segundos, poned vuestro pensamiento y vuestra alma en este encuentro y quedará de él un sabor, un perfume que os seguirá aún durante mucho tiempo.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: dispensario de Pilkhana, programa Colores de Calcuta, agosto 2010