Hay una meta a la que se nos llama: contribuir a aportar la luz y la paz al mundo.

Toda actividad humana puede orientarse en el sentido de esa meta.

Cuando eso ocurre, el ser humano se convierte en un mago blanco, a pequeña o a gran escala.

Para estar orientados a esa meta, es conveniente recuperar el sentido de lo sagrado, de lo mágico, en contraposición a lo mecánico.


Se piden tres cosas: impersonalidad, paciencia, amor.

Cada una de ellas es un gran reto. Unas veces estaremos a la altura, otras no.

Pero la meta buscada nos ayuda a levantarnos cuando tropezamos.

Contribuir luz y paz al mundo, ése es el trabajo.

{jcomments on}«Sólo con vuestro ejemplo podéis convencer a los que os rodean, del valor de vuestra filosofía o de la enseñanza que seguís. Esto debe estar bien claro para vosotros: la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal no debe serviros para dar lecciones a los demás, ni para darles consejos, sino para llegar a ser vosotros mismos ejemplos vivos, benéficos para todos. La meta de nuestra Enseñanza, es contribuir a aportar la luz y la paz en el mundo; así que, si queréis mostraros realmente dignos de ella, debéis ser, ante todo, capaces de sobrepasar las cuestiones de interés personal, para pensar más en los intereses de la colectividad. Si sois capaces de vivir en este espíritu, formaréis un poder tal que, incluso sin decir nada, aportaréis las mayores bendiciones a vuestro alrededor. Así pues, no os ocupéis de las debilidades de los demás, no les deis sermones, y procurad vivir juntos dando ejemplo de impersonalidad, de paciencia y de amor.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Villadiego, 1 mayo 2013 (Francisco Limonches)