«Todo ser humano que viene a encarnarse a la tierra tiene necesariamente errores que corregir, deudas que pagar, y eso es lo que se llama karma. Así, ¡cuántos Iniciados, cuántos santos y profetas han trabajado, sufrido, para reparar faltas que habían cometido en encarnaciones anteriores! Pero eso no impedía que su alma y su espíritu viviesen en el esplendor divino, porque, a pesar de los obstáculos, a pesar de la adversidad, se esforzaban por mantener el contacto con el mundo divino.
La grandeza de un ser radica en el hecho de que no pierde jamás la conciencia de la existencia en él de una región inaccesible a las perturbaciones y a los ataques, su espíritu, en el que puede refugiarse para continuar trabajando. Una vez que ha logrado elevarse hasta allí, aunque el karma le asalte, él se siente por encima, siempre por encima. ¿El karma quiere limitarlo? Se libera. ¿Quiere ensombrecerlo?, permanece en la luz… A pesar y en contra de todo, él prosigue su trabajo.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: puente sobre el rio Hudson, cerca de Olana State Historic Site, estado de Nueva York, 8 de noviembre de 2015 (Maria Elena Ferrer)