Las palabras hoy nos hablan de las vibraciones venenosas, que rodean nuestro pensar y nuestro vivir.

Actúan como un ancla pesada que nos arrastra hacia las profundidades oscuras.

Ocupan una parte muy importante de los espacios, de las conversaciones, de la esencia de la gente.

Pero podemos permanecer ajenos a estas olas destructivas. La belleza de la naturaleza nos habla de otro mundo de hacer, de otro pensar.

Llenamos el mundo de basura física y mental.

Pero hay una avanzadilla que se esfuerza por el futuro, recreando el mandato recibido en cada pensamiento y en cada acción.

Cuidaos de las vibraciones venenosas, sed puros, se nos dice una y otra vez.

Cuidaos de las vibraciones venenosas.
Esforzaos por el futuro y no sucumbáis al conjuro del presente.
Seguid el sendero más sencillo cuando ascendáis la montaña.

Las visiones poderosas y exaltadas requieren entornos puros y prana.
Las acciones de Cristo se consumaron en medio de las bellezas de la naturaleza.
El nunca moró durante mucho tiempo en las ciudades.

Las hojas del jardín de Morya (1924), sutra 51, Agni Yoga Society, Nueva York. Foto: montañas de Bhutan, 14 mayo 2010