El gran reto de las sociedades avanzadas es encontrar un equilibrio entre el progreso material y el humano.

El progreso material, en vez de emanciparnos, genera más y más dependencias que nos esclavizan y hunden en la materia.

Sin renunciar al progreso, como elemento catalizador de mayor justicia, tenemos que aprender a vivir con mayor simplicidad.

Todos podemos introducir en nuestra vida comportamientos de asceta: comiendo menos, hablando menos, liberando a nuestro pensamiento, palabra y acción de innumerables cargas inútiles. Cambiando la actitud mental desde la queja al agradecimiento.

Un nuevo ascetismo hace falta.

Una de las consecuencias inmediatas será la vuelta de la alegría, de la esencia.

Cuando la alegría vuelve, es como cuando se riega un campo seco y dolorido: la vegetación surge por doquier.

La alegría es en gran medida creación propia. Y cuando nos liberamos de cargas acumuladas, como se nos dice hoy, la alegría regresará.

¿Por qué los humanos no cesan de fabricarse limitaciones y cargas inútiles? ¿No se dan cuenta de que hundiéndose en la materia, pierden su alegría de vivir? Todas las cargas que han acumulado pesan sobre su corazón. Que se liberen de ellas y la alegría regresará.

Muchos viajeros que visitan países muy pobres, a menudo se han sorprendido de descubrir una población alegre, sonriente, mientras que en los países prósperos ¡la gente tiene un aspecto tan triste! Pues bien, en efecto, contrariamente a lo que se puede imaginar, la abundancia material no aporta mucha felicidad a la gente. Todo ese mundo artificial que se han fabricado, ahora los ha convertido en prisioneros. Las cosas han ido tan lejos, el comercio y las finanzas ocupan un lugar tal que ya no sabemos cómo salir de este engranaje. Y mientras prospera la economía, por así decirlo, los humanos, a su vez, se hunden.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: fiesta de fin de curso en Anand Bhavan (la casa de la alegría), Howrah, Bengala Occidental, 24 abril 2010