«Aquél que ha logrado encender su vela, su espíritu, así como su lámpara, su alma, tiene la llama celestial, puede alumbrar a otros espíritus y a otras almas a su alrededor. Como en las iglesias ortodoxas en la mañana de Pascua, donde cada cual alumbra su vela con la llama del que está a su lado. Esas velas que se encienden una tras otra, son algo extraordinario, se diría que el fuego camina… ¡hasta el momento en que toda la iglesia se llena de una multitud de pequeñas llamas! Por tanto, que todos aquellos que ya tengan su vela encendida traten al menos de encender las de sus padres, las de sus amigos, las de sus hijos. ¿Por qué guardarse la luz solamente para uno mismo? Aquí se os enseña a encender vuesra vela para que también vosotros encendáis otras; y es por eso por lo que hay que aprender a mantener la llama. «
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Lago Titicaca, Puno, Perú, cortesía de Aurora Candiotti