«Cada año, al comienzo de la primavera, se celebra la unión del sol y de la tierra. El sol fecunda a la madre-tierra, la cual recibe sus rayos y los absorbe para producir una abundancia de frutos.
Los Iniciados, que han meditado sobre este trabajo del sol sobre la tierra, han comprendido que este proceso de fertilización se produce en todas partes del universo, hasta en nuestra vida interior. En el ser humano, es el espíritu quien representa el sol y el alma quien representa la tierra. Y en primavera, así como la tierra se abre a los rayos del sol, nuestra alma debe abrirse a los rayos del Espíritu divino con el fin de ser fertilizada.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: amanece en las cataratas Victoria, Zimbabwe, 23 abril 2018, cortesía de Shuna Herscowitz