«Vamos por la mañana a contemplar la salida del sol. Al contemplarlo, lo comemos, lo bebemos, y esa luz y ese calor vivos se propagan en todas las células de nuestro cuerpo, las iluminan las refuerzan, las purifican, las vivifican.
Cada día os ponéis frente al sol que proyecta en el espacio partículas de luz. Al mirarle, pensad que rechazáis todas las impurezas de vuestro organismo para reemplazarlas por las partículas de luz que os envía. Con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma, intentad tomar esas partículas divinas e introducirlas en vosotros. Es así como, poco a poco, impregnaréis la materia de vuestro ser de vibraciones espirituales y os volveréis más y más vivos, gracias al sol.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Parque Nacional Doñana, 22 marzo 2019, cortesía de Jaime Blanco