«Un discípulo nunca acepta la anarquía porque sabe que, si la acepta, donde primero se instalará esa anarquía será en su fuero interno: el desorden, el desequilibrio, la disgregación, etc. También la salud descansa en la obediencia de un orden universal. En el momento en que el hombre empieza a instalar ese orden en él, todo se calma, se equilibra, se armoniza, se embellece, se clarifica, se refuerza, resucita y vibra entonces al unísono con todo el cosmos, con todas las regiones celestiales. Se convierte en una fuente, en un sol… en algo que irradia, que fluye, que brota.
He aquí el ideal al que debemos tender, y no permanecer como una gran puerta abierta a todas las corrientes nocivas que flotan por todas partes, bajo forma de filosofías o ideologías anarquistas. Sea un individuo, una familia, una sociedad o un país, abriéndose a esas corrientes se destruyen: la ley es implacable.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Cancún (México), 2 de abril de 2021 (cortesía de Alia de Pedro)