«Dios nos ha dado la vida, pero para estar verdaderamente vivos, no debemos quedarnos sin hacer nada. Reforzar y hacer más bella y sutil esta vida que hemos recibido, esto depende de nosotros.
La vida tiene infinidad de grados. El que se queda en sus grados inferiores sólo puede entrar en comunicación con las realidades que se encuentran en su nivel. Interiormente corta la conexión con la Fuente divina, y eso le produce la sensación de que nada tiene sentido, de que para él no existe ningún poder superior que gobierne el universo, llámese Dios u otro nombre. Cuando uno se queda tan abajo en su conciencia, ¿cómo puede captar algo de las realidades sublimes?, ¿cómo puede alegrarse de la existencia de Dios? No le siente, ni dentro de sí mismo ni en el exterior. Para sentir la vida divina debemos divinizar primero nuestra propia vida. Sólo la vida divina en nosotros puede despertar los centros espirituales que van a permitirnos sentir la presencia de Dios dentro de nosotros, así como en todos los seres y en todas las cosas.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Playa de Hendaya, 13 agosto 2015