«Para no caer en las trampas que la vida nos tiende inevitablemente en uno u otro momento, debemos desarrollar dos cualidades: el discernimiento y la humildad. El discernimiento es una cualidad del intelecto, y la humildad una cualidad del corazón.

El discernimiento nos permite distinguir en toda circunstancia lo verdadero de lo falso, la realidad de las apariencias; nos indica la dirección a seguir y los pasos en falso a evitar, nos protege de los errores y de las ilusiones. En cuanto a la humildad, que es una cualidad tan descuidada, despreciada incluso, sólo podemos medir su valor si comprendemos que la actitud opuesta, el orgullo, es peligroso. El orgullo cierra al hombre al mundo espiritual, corta las corrientes que le aportan el agua viva del Cielo. Por eso, al mismo tiempo que debemos cultivar el discernimiento que nos indica el camino a seguir, es indispensable también cultivar la humildad que nos abre a las corrientes de arriba, porque estas corrientes son recursos que nos sostienen en todos los caminos de la vida.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: pintura de Nicholas Roerich: Philosopher. Silence (1940)