«Puede suceder que se diga de alguien que ha perdido su dignidad de hombre, o de otro, por el contrario, que ha sabido guardar su dignidad. Pero la dignidad no es todavía una noción clara: se tiene la tendencia de confundirla con la soberbia o el orgullo. No, nuestra verdadera dignidad de ser humano consiste en respetar todo lo que Dios nos ha dado, empezando por nuestro cuerpo físico, pero también y sobre todo nuestro corazón, nuestro intelecto, nuestra alma, y nuestro espíritu.

En tanto que discípulos de una Enseñanza espiritual, debéis introducir en vuestro pensamiento la idea de que, cada uno de vosotros, sois un templo del Eterno en donde no deben entrar ni salir más que los elementos más puros: pensamientos, palabras y sentimientos impregnados de luz. Todos aquellos que no vigilan lo que entra en ellos o lo que sale, y que sin ningún discernimiento se dejan guiar por cualquier emoción o sensación, no pueden conservar su verdadera dignidad. Convertirse en templo del Eterno requiere una gran disciplina, una gran exigencia respecto de uno mismo.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: amanece en Madrid desde el tren de cercanías,11 diciembre 2018 (cortesía de Daniel Truran)