«Una sonrisa ya es un saludo, un signo de reconocimiento que dirigís a distancia a las personas con las que os encontráis, antes incluso de hacerlo con palabras, con un apretón de manos o con cualquier otro gesto. Por eso es importante que vigiléis lo que vais a dar al sonreír. Evidentemente, es inútil que os fabriquéis una sonrisa estudiándoos en un espejo, porque esto deformaría vuestra cara más que otra cosa. Es preciso que esa sonrisa que debe expresar la bondad, la simpatía, la comprensión, el placer de un encuentro, venga naturalmente de dentro.
Y si os acostumbráis a descender a las profundidades de vuestro ser para buscar en ellas el amor y la luz, los escultores que hay dentro de vosotros sabrán qué nervios y qué músculos deben tensar o distender. Podéis confiar en ellos. Trabajad, pues, con el amor, con la esperanza y con la fe, y al sonreír abandonaos a la inspiración de vuestros artistas interiores.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atardecer en Isla Mauricio, 3 enero 2022 (cortesía de Alfonso de Pedro)