«En algunos países existe la tradición de que, el primer día del año, los niños se levantan muy temprano y salen a la calle para llamar a las puertas de los vecinos: cuando éstos abren la puerta, les formulan sus deseos y bendiciones, para que todo el año sea favorable a los habitantes de esa morada. Yo también he conocido esta costumbre en Bulgaria. La mañana del primero de enero, se enviaba a los niños a desear el buen año a las casas del vecindario. Llevaban en la mano una pequeña rama de cornejo que a veces se adornaba con cintas; y con esa rama ellos debían tocar a todas las personas de la casa mientras pronunciaban buenos deseos. Como los niños son puros e inocentes, se pensaba que sólo podían aportar cosas buenas, y era importante que el año comenzara bajo el signo de la pureza y de las bendiciones.

Éstas son tradiciones que deben ser respetadas, si no exteriormente, por lo menos interiormente. También vosotros, el primer día del año, pensad en la primera visita que vais a recibir, en la primera presencia que vais a acoger en vosotros y prepararos: procurad que esta primera visita sea la de la luz a fin de que todo vuestro año sea iluminado. «

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: atarceder en Azanuy(Huesca), 27 diciembre 2020, cortesía de Carlos Bravo Suárez